Septiembre significa muchas cosas: el comienzo del curso, la vuelta a la rutina, las primeras noches de frescor otoñal; pero hay lugares que en los meses de septiembre hacen su agosto particular: los gimnasios.
El gimnasio es ese local que ves de vez en cuando cuando bajas al chino a comprar cerveza y patatas y al que, incluso, te has acercado alguna vez a pedir información o a coger un folleto.
A finales de agosto los gimnasios se frotan las manos esperando a que cientos de personas lleguen de sus vacaciones desesperadas por bajar los excesos del verano.
Como si del primer día de rebajas se tratara, podemos observar un crecimiento excepcional entre un mes y otro. Normalmente puedes entrar a cualquier clase o utilizar la máquina que quieras y ahora te tendrás que pelear y usar tus mejores armas para llegar primero y que no te quiten el sitio.
Locura.
Has intentado evitarlo durante el resto del año, incluso te saltaste la operación bikini porque según tu abuela parecías un ángel de Victoria’s Secret, pero ahora no te quedan excusas, sólo barriga.
Ha llegado la hora de apuntarte al gimnasio de tu barrio y, aparentando fuerza de voluntad, no dudas en planear todos los días que vas a ir y todos los retos que vas a superar. Hay muchos errores que puedes cometer y que pueden provocar que no quieras volver a pisar ese lugar.
Por eso mismo aquí te traigo 7 maneras de dar vergüenza en el gimnasio que deberías evitar:
Arrasar con la moda fitness. Vale, te has apuntado al gimnasio. Eso no significa que tengas que llenar tu armario incluso antes de empezar, con tops y mallas como si fueras una estrella del crossfit. Primero aguanta una semana, luego compra.
Meterte en tu primera clase y creerte Beyoncé. No vayas paseando tu trasero con esas mallas que te has comprado. En tu primera clase vas a perder el ritmo como todo hijo de vecino.
Caerte de la cinta. Cuando estás motivadísimo de la vida y empiezas a correr en la cinta como si fueras Forest Gump, cuidado. No serás ni la primera ni la última persona en caerse.
Hacerte fotos o vídeos mientras entrenas. Completamente innecesario. Los espejos que hay en las paredes no son para posar, de verdad.
Hablar con tu amiga Mari Carmen durante todo el entrenamiento. Todo el gimnasio se va a enterar de que el Johnny te ha engañado. Todo el mundo te odiará por hablar durante horas en vez de ir a hacer lo que tienes que hacer.
Creerte Hulk y fallar. Desmayarte, vomitar o derivados. Si empiezas yendo al gimnasio 4 horas al día no vas a aguantar ni lo que dura una clase de spinning. No te hagas el entendido, tú y yo sabemos que no puedes con esas pesas.
Saludar al buenorro o buenorra de turno y que no te devuelva el saludo. No, no te está mirando. Y si te está mirando es porque tienes la cara roja y empapada en sudor y estás a punto de caerte al suelo.
En definitiva, haz un poco lo que te de la gana, pero siempre con precaución. No queremos que no vuelvas a pisar el gimnasio por vergüenza ni que te rompas un brazo en el intento.
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