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Por fin vais a conocer a la auténtica Lady Gaga. ¿O no?

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Supongo que a estas alturas ya tenemos todos más o menos digerido “Joanne”, ¿no? Y ha sido una digestión un tanto extraña, anodina, de no saber si necesitas un Almax o quizás te has quedado con hambre. El pasado viernes salió oficialmente, tras la tradicional filtración previa, el quinto álbum de Lady ‘No me llames Dolores, llámame Juana’ Gaga y, si algo es cierto, es que no nos ha dejado fríos.

Las reacciones desde que escucháramos por primera vez el frenético Perfect Illusion el pasado septiembre no tardaron en llegar; “qué decepción”, “¡qué falsa!”, “ahora va de auténtica”, “Gaga en chándal llorando porque lo ha dejado con Taylor Bisbal“. Y no son opiniones faltas de razón.

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Vaya por delante que, para el que escribe, “Joanne” es un buen disco al que ha sorprendido para bien –quizás por lo bajas de mis expectativas-. Pero entiendo las críticas, siendo la principal la repentina alergia al pop excesivo y avant-garde que la habían definido hasta ahora. No me malinterpretéis; Gaga es transformación, y una era “limpia”, en camiseta y tejanos, casi “normcore” era un paso natural en su progreso, una era que tenía que llegar sí o sí, pero el renegar de esa Lady Gaga que jugó, ganó y rediseñó las reglas del juego bajo el lema “pop music will never be low brow” resulta un tanto triste.

Está claro que todos cambiamos, progresamos, y con nosotros nuestros intereses y la manera en que expresamos, en mayor o menor medida, nuestra creatividad. Pero quizás el tirar piedras a un pasado como el que borra, cagaíto de vergüenza, su Fotolog, queriendo sabotear y alejar una fanbase con la que ya no se siente identificada, junto a su constante manía de “redecorar” su realidad y su historia (“soy fan de ______ desde los 4 años”), nos hacen vivir en un estado constante de “Sure, Jan Joanne“.


“It’s not that I’ve been dishonest, it’s just that I loathe reality”

También es cierto que eso es Lady Gaga. Gaga es artificio y realidad. Gaga es autodiseño, Gaga es personaje y persona, Gaga es hipocresía y evasión –Gaga es un lienzo en blanco en el que Stefani Germanotta plasma todo lo que le pasa por dentro, y si mañana se arrepiente, pinta encima-.

Está de más comentar que el principal cambio que trae Joanne más allá del estético, es en su música. “Joanne” suena a Americana, es country-light, es un álbum conceptual que funciona como cápsula del tiempo que nos traslada a los años sesenta y setenta, momento en el que su tía Joanne Germanotta, corazón y alma de este disco, vivía una vida corta (murió a los diecinueve años por lupus) que impactaría al resto de su familia para siempre.

Gaga nos traslada a esa época para cantarle directamente a aquella tía que jamás conoció pero que está impregnada en su ADN, y la trae al presente para darle una continuación a esa vida interrumpida, quizás con mejores intenciones que factura. Producido junto a Mark Ronson, si algo destaca (y sorprende), es que la producción no es todo lo innovadora o personal como se esperaría, más cuando otros artistas como el presente en el disco Father John Misty, J. Tillman o incluso Lana del Rey han sabido conceptualizar ese mismo sonido, traerlo a la actualidad, y darles vida y sonido propio.

Y aunque parezca que sólo hago que verle defectos, que los tiene, reitero que “Joanne” es buen disco. Porque Gaga ha aprendido algo de todo el desastre de ARTPOP, y se ha deshecho del exceso para volver a la fórmula de melodías pop indudables a partir de las cuales montar canciones. Y, de eso, Lady Gaga sabe.


Representación gráfica de la era de ARTPOP

Quitando lo extremadamente obvia y poco inspirada introducción al disco que es Diamond Heart y lo anodina, “Hairspray meets Cosas de Casa“, sí-pero-no-pero-sí que es Come to Mama, nos encontramos con una Gaga que retoza en lo analógico con mucho gusto, que juega con nuevos registros de su voz post-Cheek To Cheek, sin caer en cantar como desde la chocha como en Till It Happens To You, y con algunas frases de quitarse el sombrero.

“And I don’t wanna break the heart of any other man but you”
— Sinner’s Prayer

Si bien sí que repite, de alguna forma, un error que cometió en ARTPOP; Gaga se muere de ganas de cantarlas en directo, que es donde cobran vida, y no sabe traducirlas bien. En ARTPOP pecó de intentar meter una rave en un álbum que, si te pillaba mal, te dejaba bizca y sorda. Y en “Joanne” se queda corta. La fuerza que tiene A-Yo, o el magnético riff de guitarra de Sinner’s Prayer (colaboración con el antes mencionado Father John Misty) se quedan un tanto descafeinados en la versión estudio.


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Que “Joanne” está hecho para y por la familia Germanotta es evidente (salvo por la oda a la masturbación que es Dancin’ in Circles), y que Gaga sigue sabiendo tocarnos el corazoncito, también. La fantástica Joanne, que podría ser un tema de Joan Baez mismo, el Million Reasons que bebe tanto de Fleetwood Mac, o esa fantasía Burtoniana sobre el asesinato de Trayvon Martin que es Angel Down (pese a lo autoindulgente de su letra), son pequeñas perlitas con las que Gaga nos da abracitos en el alma.

Si bien no hay pepinos como nos ha tenido siempre (mal)acostumbrados, no podemos obviar el ya viejo conocido Perfect Illusion (que hasta nos aventuramos a decir suena un poquito fuera de lugar en el contexto del disco, por lo exaltado que es) y la maravillosa y mejor heredera y continuación del sonido Gaga  que es John Wayne.

Por lo que respecta a las tan cacareadas colaboraciones, el Hey Girl junto a Florence sin su Machine suena dos amis una noche de campamento de verano frente a la hoguera tostando nubes – empalagosa, pero cuqui, bañada en una producción que casi toca el soul que nos recuerda a lo más nuevo de Solange o a Frank Ocean-. Y, finalmente, el Dancin’ in Circles co-escrito junto a Beck, que pese a estar producida como una entrada de Turquía para Eurovisión 2003 (y ahora, los tambores), tiene unos matices y unos juegos vocales directos del “The Fame”.

Un álbum cortito, cohesivo sónica y líricamente, autoindulgente por una parte y, por otra, una invitación al altillo donde se guardan los álbumes de fotos, abrigos viejos y juguetes rotos de la metafórica casa que es la discografía de Lady Gaga. No es ningún punto de inflexión, su producción a duras penas llega al notable, ni encontramos a una Gaga queriendo retomar las riendas del pop que una vez le pertenecieron. Al contrario, es un ejercicio de dejarlas, huir del carril, coger una guitarra y una cabra y creerse El Arrebato en su huerto de alcachofas, pero porque es lo que le apetece.

Y a lo mejor mañana se le pasa y vuelve a querer comerse el mundo, y a lo mejor de aquí dos años nos vuelve con el cuento de “ahora vais a conocer mi verdadero yo” con un álbum de cantos gregorianos, pero por lo pronto, éste es el cuadro que Stefani ha pintado. Y con esos colores pasteles, no está nada mal.

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