Vuelve The Crown el relato británico de la monarca Isabel II que se quedó a las puertas de ganar el Emmy y, así, ser la primera producción de una plataforma digital en hacerse con el galardón. La primera temporada fue un éxito. Un ejemplo más, por parte de Netflix, de que la televisión a través de plataformas online puede ofrecer productos de calidad que conquisten al público.
En esta ocasión, la vivencias de la corona británica durante el reinado de Isabel II vuelven en su segunda temporada para adentrarse, una vez más, en las habitaciones del Palacio de Buckinham, el Castillo de Windsor y las calles de Londres a finales de los años 50. Una cita que no deberías perderte por estas cinco razones.
1. Una renovada continuación in crescendo![]()
En su segunda edición, The Crown peca de perder equilibrio. Se convierte en una ficción transitoriamente repetitiva y focaliza un importante énfasis en la relación matrimonial de la reina Isabel y el Duque de Edimburgo. En su primera temporada pudimos ver como el matrimonio perfecto mermaba conforme la monarca ganaba seguridad y responsabilidad en su trabajo. Sin embargo, es ahora cuando gana una importancia argumental.
La falta de Winston Churchill, sus reuniones con la reina y el peso político de ambos elementos, hace que en su comienzo, se eche de menos el dinamismo que aportaban las narrativas paralelas de los dos personajes. No obstante, el rumbo estructural de este segundo ejercicio termina dibujándose una vez nos adentramos de lleno en él. Pero funciona, cada episodio se convierte en una postal histórica. Es verdad que, en cierta medida, ya era una característica en su primera temporada, pero es ahora cuando la diferencia temporal entre episodios es más contrastada y menos disimulada. Es una renovada continuación que evoluciona in crescendo a lo largo de su recorrido con un estilo narrativo muy marcado.
2. Cada episodio es una postal histórica
La ficción continua en estado de gracia a la hora de representar la situación política, social y monárquica del momento. Cada uno de los episodios, con o sin secretos y mentiras de por medio, es un repaso histórico. Postales a modo de “mini serie” que dan un toque episódico al guión. Obviamente, una serie televisiva será episódica, pero The Crown se encarga de abrir y cerrar cada capítulo haciendo de él una lección sobre un hecho decisivo en la corona y en la sociedad británica conviviendo con la narrativa lineal que mantiene el grado picante de salseo.
Desde la Guerra del Sinaí y su repercusión en el estado, pasando por el primer discurso navideño televisado de la reina, hasta la visita de John F. Kennedy y el impacto de Jackie Kennedy en la monarca. Esto y otros puntos decisivos en la familia real consiguen un convenio total completo y representativo que nos adentran en el Londres de finales de los 50. Una lección histórica imperdible para entender el éxito de la monarquía británica hasta ahora.
3. ¡Es un culebrón en toda regla!
La vuelta de The Crown es un culebrón en toda regla. Secretos, mentiras, infidelidades, escándalos públicos… El matrimonio real se ve afectado a nivel público y privado cuando se descubren una de tantas libertades que el duque de Edimburgo se toma en sus ratos libres. Ya descubrimos en la temporada anterior que eso de quedar en un segundo plano y ver mellada su masculinidad, al Príncipe Felipe no le sentaba muy bien, pero es en esta ocasión cuando los celos y los ultimatums ganan fuerza. Un viaje a lo largo del mundo alejado de su esposa, y un club de caballeros fundado por él, marca un antes y un después en Isabel que debe recordar a su marido que le espera una familia en palacio.
Por otro lado, la Princesa Margarita sigue haciendo de las suyas. Resentida con su familia por no poder casarse con su “amor verdadero” y resignada ante una vida que no le satisface. Ve una salida, una luz al final del túnel, al conocer un grupo de individuos entre los que destaca Antony Amstrong-Jones, un fotógrafo que descubrirá su lado más humano. Un grado de humanidad reflejado en todos los personajes que dotan de sentimentalismo y gancho a la trama, pero que también fortalece sus figuras. Las piedras angulares de esta ficción. Al final los cotilleos y entresijos de la familia real son lo que nos dan la vida y, en esta ocasión, hay para parar un tren.
4. Los personajes son su fuerte
Porque sin sus protagonistas The Crown se pierde. Hemos visto un cambio de estructura narrativa acentuado, pero la producción sigue siendo la misma gracias a sus personajes. La transformación de Lilibeth en Elisabeth II, transformando la cariñosa y preocupada recién reina, en una monarca rígida, tradicional -pero a la vez atrevida para salvar su reinado cuando conviene- y consciente de si misma. La irresponsabilidad y el comportamiento infantil de el Príncipe Felipe que gana relevancia argumental en esta temporada. El resignamiento de la Princesa Margarita respecto a su posición social y el atrevimiento y empoderamiento que le lleva a fortalecerse e intentar, poco a poco, ser dueña de si misma.
Tres variados ejemplos que se suman al pueblo inglés y los políticos del momento que moldean la visión que tienen del mundo y la monarquía los tres personajes, y que los conducen a evolucionar y crecer como tales. Algo que se intenta plasmar en The Crown es el cambio, la modernidad, atreverse a plantearse nuevas perspectivas, nuevos puntos de vista. Si la sociedad avanza, su máxima representación, la corona, debe hacerlo con ella.
5. No volveremos a ver a Claire Foy
Pero para cambios, el cambio de reparto en la, ya esperada, tercera temporada. Las caras con las que nos encontramos con The Crown se despiden de nosotros para dejar paso a una nueva generación. Una generación más madura y con una Inglaterra más contemporánea. Es así como el magnifico reparto de la serie deberá reinventarse y conseguir estar a la altura, porque en esta segunda temporada, ¡se ha salido!
El personaje de Isabel II evolucionaba y con él lo hacia Claire Foy, la actriz a la que tanto le debe la producción de Netflix. Será difícil acostumbrarnos a una Lilibeth interpretada por una actriz que no sea la nominada al Emmy. Un reto que, esperemos, la plataforma supere con nota por el bien de la serie. Puede que esta sea la razón más importante por la que debemos seguir viendo The Crown si la acompañamos en su comienzo, no volveremos a ver su protagonista. No volveremos a disfrutar de la insuperable actuación de Claire Foy como la joven Isabel II.
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