Hace poco leía a David Byrne en su libro Cómo funciona la música, que ésta ha ido evolucionando a medida que han cambiado los espacios de escucha. Que hay canciones compuestas -aunque de manera, muchas veces, inconsciente- teniendo en cuenta el lugar donde van a ser interpretadas. No me podía sacar esto de la cabeza en el momento en que Benjamin Clementine se presentaba sobre el escenario y comenzaba a golpear las teclas de su piano de cola en un recogido teatro improvisado por la organización del BIME Live! dentro de la vorágine de pabellones que es el BEC! (Bilbao Exibition Center). Qué jodida suerte poder verle en un espacio así, donde las canciones son capaces de transformarse en trucos de magia.
Y me sentí afortunada, de estar ahí y creer que la música va más allá de una grabación. Que cuando hablamos de música, hablamos de sentimientos, y que un concierto es un momento único espacio-temporal. Como para no creer en la magia después de la interpretación del inglés (mitad francés) que más que un concierto ofreció una show, mitad música, mitad teatro. Una sucesión de temas, con un delicado juego de luces, y una estudiada coordinación con el batería. Esto sucedía momentos después de que un joven Darwin Deez, con una sorprendente frescura, nos diera la bienvenida al último festival de la temporada; el BIME Live!
Bendito BIME, y bendito teatro. Ganas no me faltaron de montar una tienda de campaña y quedarme a vivir en ese escenario. Siempre con las suficientes escapadas a la zona #LiveAccessBIME que Heineken® se montó entre los dos escenarios principales, y que me permitieron ver a Richard Ashcroft desde lo más alto. Pero no adelantemos acontecimientos.

Con un nudo en las entrañas, aprovechamos para llenar los estómagos al ritmo de Los Planetas y su largo repertorio lleno de himnos. Una pena abandonar a los de Granada sin escuchar una de mis canciones favoritas: Qué puedo hacer. Pero la app móvil empezó a vibrar para recordarme que en 15 minutos comenzaba uno de mis imperdibles del festival: Iron&Wine.
Nos acomodamos de nuevo en el teatro y disfrutamos de un recital Solo&Acoustic de Sam Beam, quien, aprovechando la intimidad de ese pequeño escenario, accedió a (casi) todas las peticiones del público, brindando así la oportunidad a los fans de configurar el repertorio. Y, joder, otra vez la magia. De verdad. Cuando salimos de ese pequeño trance de poco más de una hora en la que a cada rasgueo de guitarra, Sam me arañaba más y más dentro; Stereophonics ya llevaban algo más de media hora tocando en el escenario principal. Una pena.
Stereophonics siempre me ha parecido una banda que hace música de estadio, pero que no llena estadios, y es algo que no me puedo explicar. El sonido del que disfrutaron en el BIME Live! fue de excepción, y a pesar del frío público que no nos habíamos estudiado el último álbum de la banda, “Keep The Village Alive“, salieron airosos reservando para el final Maybe Tomorrow y su archiconocida Dakota.

No sé cómo lo hice, pero tras un intento fallido de abandonar el recinto e irme a dormir -demasiadas horas de carretera en el cuerpo, y una semana de muerte en el trabajo-, saqué fuerzas de no-sé-dónde y acabé dándolo todo con los bonitos de Crystal Fighters. Es precioso cómo, cuando apenas ha pasado un año de la muerte de su batería, han resurgido con más fuerza que nunca.

El sábado, tras una jornada intensa de turismo por la ciudad, y muchos pintxos, alargamos algo más nuestra llegada al recinto. Una pena porque de verdad que me moría de ganas de ver a Nodozurdo. Sabiendo lo bonito que fue la jornada del viernes en el escenario Teatro, no pude resistirme a la tentación de pasarme a escuchar a Villagers, con la esperanza de que me diera tiempo ver -aunque poco- a mis queridos Supersubmarina. Pero mira, que no, que el maldito teatro me pudo, y la voz de Conor O’Brien me atrapó. Una vez más sentí estar en el momento y lugar adecuados, y BUM! volvió a suceder la magia y me quedé atrapada por la apuesta minimalista y delicada de la banda de Dublín.
No sé si aún por el temblor que te provoca conocer a un artista en directo y que te vuele la cabeza, por el cansancio acumulado, o porque mira, allí la bebida era más barata, decidimos ver a Richard Ashcroft desde la zona VIP, y disfrutar desde lo alto del que fuera vocalista de la mítica banda The Verve. Aún se me ponen los pelos de punta al recordar la masa de gente que arropó al artista, que se presentó sin banda y tan sólo acompañado de una guitarra, con el himno Bitter Sweet Symphony.
Pero para baño de masas el que disfrutaron los cabeza de cartel de la noche: Imagine Dragons. Os prometo que desde arriba se escuchaba más al público que a Dan, así que, al final, decidimos bajar y disfrutar de los de Las Vegas desde donde mejor se vive un concierto. Entre la gente. La verdad es que la energía que tienen en el escenario es apabullante. Y a ver quién es capaz de quitarse después de la cabeza la Radioactive y el confettti maldito.

A pesar de que la gente apenas se movió del escenario principal, yo corrí como buena frikifan para ganarme una bonita segunda fila para ver a L.A. Quien me conoce bienbien sabe mi amor por esta banda, pero es que difícil no empatizar con un grupo que tiene una canción para cada momento de tu vida. Que sus canciones hablan de mi, vamos. Sin embargo, no vimos el concierto terminar y a la mitad huímos de nuevo al escenario Teatro, donde las chicas de Sallie Ford parecía que se habían propuesto tirar las gradas abajo. Qué energía y qué voz. Para que luego digan que el rock es sólo cosa de hombres.
Llega un momento en todo festival en el que ya no hay dolor. Dolor fue cuando a la mañana siguiente mi compañero de habitación abrió la ventana a las 8 AM y mira, que yo ya no podía más, pero con Kakkmaddafakka o bailas o luego se te aparecen muchos fantasmas rubios en el espejo, o algo así. Vamos, que los noruegos pusieron el festival patas arriba, y a pesar de los continuos problemas de sonido, disfrutamos tanto nosotros como ellos.
Aún quedaban !!! (chck,chck,chck) en el cartel. Pero mis pies pedían tregua, y al día siguiente unas cuantas horas de carretera de vuelta a la realidad. Gracias, Heineken®, una vez más, por la experiencia #LiveAccessBIME. ¿Nos vemos el año que viene?
Fotografías: BIME Live!
© MusicSnapper
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