Como el año pasado hicimos, este pasado fin de semana nos sumergimos en el festival más importante de España: el Zinemaldia. Un festival de ambiente único que reúne lo mejor del cine mundial en todas sus secciones.
En esta entrega, la primera de tres que se publicarán en consecutivos días, os hablaremos de dos propuestas que utilizan los elementos del cine de género de formas muy distintas: la nueva y polémica película de Alejandro Amenánar (‘Regresión’) y el filme francés ‘Evolution’, que ha causado una división casi más drástica que la del largometraje español. Omitiremos las accidentadas primeras horas en la preciosa y soleada Donostia del redactor que les escribe, buses equivocados y despertadores en silencio mediante, e iremos al grano:
‘Regresión’, el contagio del pánico.
Probablemente fuera ‘Regresión’ una de las inauguraciones más esperadas que ha tenido el festival donostiarra en, al menos, su época más reciente. Lo nuevo de Amenábar, tras seis años sin presentar al público estreno, tenía en San Sebastián su puesta de largo mundial. Una prémiere, sin embargo, que quedó algo deslucida al no contar con sus dos protagonistas – Ethan Hawke y Emma Watson – paseando por La Concha y confirmar los peores rumores que hablaban de una profunda decepción que incluso podía haber sido relegada a un estreno ‘directo a video’ en los Estados Unidos.
En ‘Regresión’, Amenábar nos presenta un thriller psicológico con tintes de terror que bordea, y a veces cae en, el abismo de los telefilmes pero que dista mucho de resultar atroz. Ni el argumento de partida (la investigación de unos supuestos ritos satánicos en la Minessotta de 1990) ni tampoco la solvente factura técnica consiguen captar la atención durante los primeros tres cuartos de hora de metraje, una presentación austera, alargada y anodina que acaba por anularse a sí misma en los acontecimientos consiguientes. Es entonces, en su segunda mitad, cuando Amenábar apuesta por crear sugestivas secuencias en base a la tensión más primaria y haciendo uso de recursos cinematográficos manidos y obvios pero efectivos dentro del género: golpes de sonido, una tensa y machacona banda sonora y alguna que otra escena de terror fisico y explícito. En ese momento es cuando la película del oscarizado realizador, despojada de ambición trascendental, se erige como una propuesta más pura, entretenida y sincera.
Es una pena, pues, que tras tres buenas escenas climáticas y algún giro de guión, el director hispano-chileno apueste por una resolución atropellada y tonta que condena al filme a una valoración global decepcionante. Amenábar da carpetazo al manido caso central y ahonda en la más interesante idea sobre la paranoia social y la extensión, prácticamente pandémica, del miedo entre la población pero no cierra otras interesantes tesis sobre las que da ciertas pinceladas desganadas a lo largo del largometraje: el fanatismo religioso, la manipulación mediática y la ética profesional. Una sensación de desaprovechamiento y cierta confusión es la que acaba por nublar algunos despuntes atractivos en la ejecución de un filme que tampoco destaca por su reparto: un Hawke errático, una Watson demasiado intensa y un David Thewlis prácticamente caricaturesco. La sorpresa en este apartado es el estupendo Devon Bostick, en uno de los personajes secundarios.
Solvente, en cualquier caso, ‘Regresión’ no es tanto un desastre como sí una cinta sosa, desaprovechada e inofensiva. Un análisis del pánico extendido que fracasa como tal, pero que del mismo modo mantiene el vuelo como thriller entretenido y tenso, aunque no resulte nada sorprendente y sí, y quizás ahí esté la clave, ‘demodé’.
‘Evolution’, buscando respuestas.
Los festivales de cine sirven para muchas cosas, pero sin duda una de ellas es la de descubrir películas que muy probablemente no podrías ver (ni verías) en otros contextos más cotidianos. Este año en la ecléctica y arriesgada competición oficial por la preciada Concha de Oro había, al menos, uno de esos sugerentes títulos destinados a dividir ferozmente a la cinefilia congregada en Donosti: el segundo largometraje de la directora francesa Lucile Hadzihalilovic, que dirigió la premiada ‘Innocence’ con Marion Cotillard hace ya diez años.
‘Evolution’ toma como partida un universo extrañamente atrayente desarrollado en una isla perdida (que, en el mundo real, es Tenerife) y solo habitado por mujeres y niños varones. Es en ese mundo distópico y particular de arena negra y aguas cristalinas donde se desarrolla de forma calmada el intrigante y perturbador misterio del filme. Un misterio, aviso, sin respuesta concreta que avanza en relación a cuestiones sobre la evolución humana y las mutaciones de la misma pero que realmente funciona como mera excusa argumental construida alrededor de un premeditado y poderoso estilo visual, y no viceversa. Es esto precisamente lo que convierte a ‘Evolution’ en un largometraje tan bello como exigente, en un cuento de iniciación inusual y envuelto en una atmósfera de fantasía enrarecida.
‘Evolution’ habla, en esencia, de la primera toma de conciencia de la existencia de la muerte y del miedo que eso conlleva. Como ya hiciese Spike Jonze en la maestra ‘Donde viven los monstruos’, aunque de forma mucho más experimental y narrativamente libre, los elementos fantásticos sirven de reflejo para exponer las inseguridades y los temores implicados en el proceso de madurez. En el proceso de descubrir un mundo cargado de mentiras y ausente de la inocencia infantil o la pureza del mar, protagonista absoluto del largometraje. Es ahí, en las aguas del océano, donde el esplendor visual del que hace gala Hadzihalilovic es mayor y más apreciable; el mar como inicio y final de todo, como fuerza natural por encima de cualquier otra cosa, capaz de causar tanto la vida como la muerte. El otro gran escenario del filme es un hospital obsoleto, descuidado y pesadillesco donde el joven de once años protagonista es sometido, junto a otros niños, a extraños experimentos médicos que se presentan en muchos momentos de forma sobrecogedora, explícita y hasta grotesca, acercando (en su segundo acto) su lirismo visual al ‘body horror’ de serie B.
Sin duda de una asfixiante y maravillosa complejidad, ‘Evolution’ es un largometraje arrebatadoramente único en el que la imagen (el trabajo en la dirección de fotografía de Manuel Dacosse es abrumador) habla mucho más de lo que podría hacerlo la palabra. Una propuesta insobornable y dual, a ratos extrañamente tierna y a otros bellamente cruel, cuya presencia se agradece en un panorama festivalero donde parece solo tienen cabida las propuestas de realismo social y dramático. Chapeau.
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