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¡Adiós a los silencios incómodos en el ascensor!

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«Artefactos de origen divino diseñados con mimo por ingenieros que saben un montón de facilitarle la vida al resto de seres humano». Éstas serían las bases de la definición de “ascensor” si yo tuviera una silla en la RAE. Por fortuna para todos, no la tengo. Ni si quiera una de ésas plegables de mobiliario de jardín.

Los ascensores son un prodigio producto de la capacidad resolutiva del ser humano. Si al hombre le da pereza subir las bolsas del Mercadona –o como fuera que se llamara el supermercado más concurrido entre los años 287 a.C. — ca. 212 a.C., fecha de la que data la primera referencia a algo parecido a un ascensor según nuestra preciada Wikipedia–, el hombre crea un algo que lo suba por él. Ciencia infusa. MAGIA.

No obstante, estos elevadores, que como invento en sí están muy bien, tienen un cabo sin atar: la conversación durante el trayecto. ¿Por qué? Pues porque normalmente compartes el habitáculo con un desconocido arbitrario. Y es bien sabido que, en los tiempos que corren, hablar con desconocidos no es algo que se nos dé especialmente bien –a menos que haya alguna app de por medio–.

¿De qué hablaremos hoy, entonces? ¡Pues de hablar! Pero en un ascensor, donde este rutinario acto comunicativo toma una dimensión mucho más interesante. A continuación, algunas propuestas de conversación que garantizan el win-win en lo que subes o bajas:

“Pues se ha quedado buena la tarde”

No podemos dar la espalda al tiempo, aunque sea a modo de homenaje a un clásico que nos ha salvados de innumerables silencios incómodos. Si el día está bueno, pues se dice. Y si ha llovido o hay indicios de que esto podría ocurrir, vamos, tienes incluso para un café.


Sacar a relucir conflictos vecinales

El trayecto en el ascensor del edificio donde vives puede convertirse en un campo de batalla sin que a penas te des cuenta. Algo como “Oye, tú eres el del 3ºB, ¿verdad? El que pone la música alta todo el rato. Sí, sí, sé quién eres. Estaría bien que te compraras unos auriculares, ¿no? Vamos, digo yo. Ahora los hay muy baratos. Más baratos que el Sign Star con el que me taladras el cerebro cada sábado, al menos. ¡Anda! Me bajo aquí. Un beso”.


“¿Tus padres bien?”

Muy bien. ¿Saludos? De tu parte.


“¡Oh! ¡Parece que se me ha caído mi caja llena de abejas!”

Parece poco probable, pero ocurre. Si habéis visto este vídeo sabréis de lo que estoy hablando.


“Pfff… Menudo madrugón, ¿eh?”

Este recurso sólo es válido si es muy temprano. Por la mañana, quicir. Sugerir que las 5 de la tarde es una hora propia de alguien madrugador no es la mejor idea para salvar una conversación con alguien a quien no conoces. También, en función de la impresión que quieras causar, puedes repetir tantas veces como deseas el “¿eh?” del final. Cada cual a más volumen que el anterior. 


¿Eres nuevo/a en el edificio?

Es una bella forma de conocer a tus vecinos. Quizá un poco arriesgada, por aquello de que puede que la persona a quien lances la pregunta lleve viviendo en el edificio 12 años pero no le hayas visto jamás. Pero por intentarlo que no quede.


Hacer referencia al hilo musical

En concreto, para decir que es un temazo. Quién sabe, quizá te arranques a cantarlo y la otra persona te siga, formando una bella coral del todo inesperada que alegraría el día a cualquier fan de flashmobs/pedidas de mano que se precie. Sobre todo si coincides con el del Sing Star, ya sabes.

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